viernes, 23 de septiembre de 2011

Leo Leo que me animo a leer: Mefi, Sata y Monio

Artículo visto en:
Suplemento de Educación Infantil "La Tiza" 21-09-2011


El conde Similoff

En el centro de un bosque de enormes y antiguos árboles, se alzaba un castillo tenebroso. Su dueño, el conde Similoff, un extraño y sombrío personaje, vivía allí con sus hijos Mefi, Sata y Monio, tres verdaderas criaturas infernales. Tenían los pelos enmarañados. Las duras orejas terminadas en punta y las uñas de los pies y de las manos tan largas y fuertes como las garras de un ave de rapiña.

Ningún criado había podido resistir en el castillo más de unos pocos meses, porque a pesar de pagar el conde muy buenos salarios, los chicos les hacían tan imposible la vida que todos acababan locos, o por lo menos, con los nervios destrozados.

Algo más estaba durando un viejo y terrible maestro que venía a darles clase todos los días y, aunque después de cada sesión se juraba no volver más, terminaba por volver.

El conde le pagaba espléndidamente y tenía además la esperanza de lograr un día dominar a los chicos. Hasta entonces ningún alumno había podido con él y no quería aún darse por vencido.

La mujer del conde había fallecido joven, siendo sus hijos muy pequeños. Desde entonces el conde vivía sumido en la más profunda tristeza. No podía soportar lo vivo, lo alegre. Ordenó arrancar todas las flores del jardín, disparar sobre los pájaros que cantaban en él y desterrar de la casa los muebles claros y alegres. Para sí mandó construir un ataúd, en el que dormía, esperando, según decía, la muerte que le liberaría de su desesperación.

Sus hijos pasaron también, de sus camitas los mayores y de su cuna el más pequeño, a unos ataúdes de madera. Pero lo que para el padre era expresión de desconsuelo, era para los chicos motivo de diversión. Sobre todo cuando se fueron dando cuenta que así atemorizaban a los criados y de que las muchachas, asustadas, se santiguaban al entrar en su habitación. Todas las noches antes de dormirse, daban un concierto a base de arañazos, golpes y patadas contra la tapa de su ataúd.

El conde seguía en su triste letargo, sin enterarse apenas de cuanto le rodeaba, hasta que, al fin, un día comenzó a pensar que su vida no podía continuar así, que sus hijos se estaban haciendo cada vez más salvajes y malos, y debía tratar de encontrar una solución.

Tiempo atrás, había llegado a él la noticia de que una dama, a la que había admirado en su juventud, había enviudado, y decidió ahora ir a la ciudad para visitarla.

El conde Similoff se vistió elegantemente, con capa negra, guantes blancos y sombrero de copa. Tomó asiento en su carroza dorada tirada por seis caballos alazanes y emprendió el viaje.

Pasado algún tiempo, llegaron al castillo tres preciosas camas de plata con cortinillas de encaje, que se colocaron en la habitación donde dormían Mefi, Sata y Monio.

Los chicos se pusieron furiosos cuando llegaron las camas.

Dos días después regresó su padre acompañado de una mujer muy bella, que traía consigo a sus hijas, tres niñas de las mismas edades que los hijos del señor del castillo.

Pero las niñas eran lindas y dulces y bien educadas: todo lo contrario de los chicos.

Para ellas eran las camitas plateadas.

Tomado de: Mefi, Sata y Monio
Editorial: Kalandraka
Actividades:
  1. ¿Por qué el maestro no dejaba de darle clase a los niños?
  2. ¿Qué aspecto tenían los niños? ¿ Porqué daban tanto miedo?
  3. Haz un dibujo del castillo del conde Similoff y ponle nombre.
  4. Sigue escribiendo esta historia, imagínate que pasará ahora que han llegado las chicas al castillo. Envía tu historia acompañada de un dibujo a nuestro concurso:  grupoleoalicante@gmail.com

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