viernes, 3 de junio de 2011

Leo Leo que me animo a leer: Mi vecino de abajo

Artículo visto en:
Suplemento de Educación Infantil "La Tiza" 01-06-2011


El misterio de mi vecino

Seguía siendo un misterio qué hacía o a qué se dedicaba mi vecino. Papá pensaba que debía ser el presidente de algún banco importante, o el dueño de alguna planta de energía geotérmica. Mamá aseguraba que tenía toda la pinta de ser un

actor de cine estresado que había decidido pasar una temporada tranquila en nuestro país. Mi hermana, mucho más romántica, opinaba que estaba en nuestro barrio por amor, que conoció a una a una hermosa mujer morena de ojos verdes, que lo dejó todo, incluso una esposa y tres hijos, y que la siguió sin importarle a dónde.

Papá se rascó la cabeza y afirmó que las mujeres morenas de ojos verdes no existían, que él nunca las había visto.

Mamá lo miró muy seria y le preguntó que cómo es que estaba tan seguro, que si acaso iba por la calle comprobándolo.

Papá le contestó que no, que solo tenía ojos para ella, que era lo que había oído en la oficina. Que Fernández sí sabía de mujeres, y que le había oído decir que no existían; también le había oído decir que el Valencia iba a ganar la liga, que el próximo presidente de los EEUU sería una mujer y que el jefe se estaba planteando un aumento de sueldo para los empleados más fieles de su departamento.

Mamá lo miró desconfiada, tomó el telemando y cambió de canal. Una mujer morena de ojos verdes decía algo. Papá le arrebató el mando y subió el volumen a la mujer morena de ojos verdes.

- Soy muy romántica. Me gusta dar y recibir mucho cariño. Soy simpática, honesta y muy amiga de mis amigos. Ah, y soy muy observadora -dijo ella .

El realizador del programa cambió de imagen y enfocó a la presentadora. La pilló acicalándose una ceja.

- Muchas gracias, Teresa -dijo la conductora del talk show.

- En esa silla que ven ustedes vacía debería estar sentado nuestro tercer invitado de la tarde. Es extranjero, de un país muy frío donde todavía se cazan ballenas. Él se hacía llamar señor Pel , pero, como ven, el señor Pel no está entre nosotros. Una lástima, porque su fascinante historia prometía muchísimo -la cámara mostró una silla tapizada en verde, vacía-.

El señor Pel, un personaje excéntrico donde los haya -concluyó la presentadora.

Y dieron paso a la publicidad.

Nuestro piso es igual al de nuestro vecino. En realidad todos los pisos del bloque son iguales. Son pisos algo viejos, sin ascensor, y con solo dos puertas por planta: derecha e izquierda. Nosotros vivimos en la puerta derecha.

Si hubiese hecho un agujero en el suelo, podría haber visto con toda claridad los pasos de mi vecino.

No lo hice, claro.

También es verdad que si él hubiese taladrado el techo y hubiese colocado un periscopio, podría haber sabido qué hacíamos nosotros. Hubiese visto cómo mi padre se paseaba en calzoncillos por el pasillo, cómo mi madre rellenaba el depósito de la cafetera con agua mineral, cómo abría la lata del café y vertía un cazo sobre el pocillo mientras tarareaba una vieja canción de cuando iba al cole, cómo mi hermana se hacía la manicura, o cómo yo pegaba la oreja al suelo, como los sioux, o los navajos, o los comanches…

Recuerdo una vez que cerré los ojos y pensé en lo que podía estar haciendo mi vecino en ese mismo momento. Me dejé llevar, como si yo fuese un robot dotado de un sexto sentido que imitase los movimientos de mi vecino.

Recorrí el pasillo, entré en el váter, me miré al espejo, me pasé la mano por el lateral de la cara como si tuviese una barba incipiente, tomé la maquinilla eléctrica de afeitar de mi padre y la deslicé por mis mejillas, por los laterales, por el cuello, la barbilla, alrededor de los labios. Comprobé la precisión del afeitado y salí más contento que una perdiz.

Tomado de: Mi vecino de abajo
Autor:  Daniel Nesquens
Ilustrador: Fran Collado
Editorial: SM - El barco de vapor
( Premio Barco de Vapor)

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