sábado, 11 de julio de 2009

Los mejores relatos breves juveniles de la Provincia de Alicante 2009

Los mejores relatos breves juveniles de la Provincia de Alicante
Fotos: Pedro Fernández, miembro del Grupo Leo, con las autoras
Dos alumnas del Colegio Inmaculada - Jesuitas de Alicante han resultado ganadoras en el IV Concurso de Relatos Breves Juveniles 2009, organizado por la Asociación de Libreros de Alicante y que, al igual que el resto de ganadores, han visto publicado su trabajo en el libro "Los mejores relatos breves juveniles de la Provincia de Alicante". El libro, ilustrado por la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Alicante, ha sido editado por ECU y puede adquirirse en cualquiera de la librerías asociadas.
Nos han autorizado a publicar los relatos de estas dos escritoras y aquí están, que los disfrutéis.

Título: Carta desde Doniko

Autora: Laura Pablos Jiménez. 3º ESO A

© La autora

© 2009. Editorial Club Universitario - ECU

Todos los derechos reservados

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Querida María:
¿Qué tal te va? Yo estoy en Doniko, pueblo próximo a Dakar. Estoy bien, aunque de la mayoría de las personas que veo a diario no puedo decir lo mismo. Esto es muy duro, no me imaginaba que las cosas estuvieran tan mal en el mundo. Me está afectando demasiado.
La semana pasada no pudimos salvar a Josué, un niño de tan solo 5 años. Tenía rotas dos costillas y una gran hemorragia en el pulmón. Su padre le había dado una tremenda paliza por intentar coger una onza de chocolate. La operación duró 5 horas. No sirvió de nada. Aunque eso no fue lo único que hicimos. Pusimos más de 200 vacunas para prevenir la malaria, encontramos a dos niños deshidratados a los cuales también ayudamos, curamos las heridas a unas mujeres que habían sido apedreadas por ”ser“ adúlteras…La gente de aquí está un poco desquiciada…, aunque afortunadamente no toda. También hay gente honrada y humilde que sólo busca lo mejor para su familia.
Vivimos en una jaima cerca de la gente del pueblo. El pueblo es como una gran plaza, y la gente vive a su alrededor. Forman algo parecido a una gran familia donde todos comparten lo poco que poseen.
Llevo dos días sin poder dormir. Ésta es una experiencia muy dura.
Hace unos días vinieron a la tienda del hospital dos hermanas de siete y nueve años. Tenían sarampión. Estuvieron ingresadas tres días. Manuel y yo las estuvimos cuidando día y noche. Al anochecer querían que les leyéramos un cuento. Seguramente no entendían nada, las pobres niñas nunca habían ido a escuela. Al tercer día se recuperaron gracias a los medicamentos que les habíamos puesto. Esa misma mañana les dimos el alta. Eran muy cariñosas y ahora las echo de menos. Antes de irse nos dieron a cada médico una pulsera preciosa. Junto a esta carta te envío un sobre con esta pulsera. Quiero que no me eches de menos, que siempre me tengas presente y que cuando pienses en mí mires la pulsera. Así te darás cuenta de que aquí soy más necesaria y útil que allí contigo. Prometo escribirte por lo menos una carta cada mes. No te preocupes por mí, aquí estoy bien. Espero que seas muy feliz, te lo mereces. los amigos de Alicante.

Doniko, a 15 de octubre de 2008

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Título: El sueño de Hamiro
Autora: Claudia Díez López. 3º ESO A
© La autora
© 2009. Editorial Club Universitario
Todos los derechos reservados
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Todo empezó un día de verano cuando Hamiro, sentado en una vieja silla, contemplaba el mar azul, brillante, que le incitaba a marchar. Con doce años tenía un carácter maduro y entendía que su padre le necesitara en estos momentos, tras la pérdida de su madre. La echaba tanto de menos… Su vida se basaba en la escasez, puesto que no tenía nada. Su padre acababa de perder su trabajo y con ello también la casa. Ahora vivían con unos amigos, pero ésa no era su vida. Recordaba aquellos momentos en que fueron felices los tres, su padre, su madre y él, cuando tenían casa y podían alimentarse sin necesidad de depender de los demás, Aunque habían sido felices, siempre habían sido pobres. En ese momento, mientras recordaba la vida que había llevado, se le acercó su padre con expresión de felicidad. Le preguntó si quería cambiar de vida, a mejor; ir a un lugar donde tuvieran oportunidades, donde todos fuesen iguales, donde pudiera estudiar y tener un futuro, donde ser feliz. Muy alterado, asombrado por la proposición de su padre, Hamiro aceptó y la expresión esperanzada de su padre le transmitió tranquilidad. Iba a comenzar una nueva vida, con su padre, donde serían los dos felices. Pero Hamiro no acababa de creérselo del todo. Tras unos meses llegó el día esperado. Su padre le dijo que su viaje comenzaba en un barco. Cuando lo vio se llevó una gran decepción, ya que no era lo que esperaba. Era un barco pequeño y sucio. Había muchas personas, hombres, mujeres y niños como él. Su único equipaje era una bolsa donde cabía toda su vida.
Era una noche oscura, fría, triste. Hamiro tenía miedo, se sentía solo. Oía las voces de otras personas, el llanto de los niños sufriendo. Había empezado su viaje.
Cada vez veía más cerca esa vida que su padre le había contado. Aunque sería un lugar muy diferente al que había dejado atrás, se lo podía imaginar. Ya lo veía. Se imaginaba durmiendo en una cama, no sobre un montón de paja, su padre le despertaba y le traía ropa nueva, limpia… Él se quitaba la ropa sucia que llevaba y se ponía un traje azul marino tan elegante; asistía a un buen colegio, donde aprendía muchísimo y tenía amigos, chicos y chicas, que hablaban con él y no le insultaban por su color ni por su raza. Se sentía igual a los demás. Pero la realidad… fue una pesadilla. Su compañero fue el frío, la lluvia, el hambre, la suciedad, los vómitos, los llantos, el ruido de los cuerpos sin vida al arrojarlos al mar. Quizás su sueño iba a tener un precio demasiado alto. Por fin llegaron a la costa. Era de noche, se acercaron despacio, en silencio, sintiendo que sus cuerpos no podían soportar más la sed, el hambre y el frío. A pesar de ello, Hamiro se sentía feliz, veía cerca todo lo que le había prometido su padre. Su nueva vida iba a llegar. Todo iba a salir bien, pero…. De pronto parecía de día, algo les iluminaba, oía voces, gritos y sirenas. Todos empezaron a correr. Hamiro se tiró al suelo y cerró los ojos, quería soñar, pero su sueño ya se había terminado.

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