viernes, 8 de mayo de 2009

Cuentos del murciélago goloso. Prólogo

Diseño de la cubierta: Santiago Gallego

© Autores LIJeros

A partir de la semana que viene, gracias a autores LIJeros que nos han autorizado a publicarlos, podremos leer, semana a semana, los cuentos del libro "Cuentos del murciélago goloso" (ISBN 978849886 052-8. rcarrasquil@msn.com).
Hoy vamos a leer la nota del editor y el prólogo.

Nota del editor:

Este libro que tienes en las manos lo ha escrito un grupo de autores LIJeros, que no es una falta de ortografía sino el acrónimo de Literatura Infantil y Juvenil. son ocho escritores que hicieron juntos el Taller Avanzado de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores a través de Internet y al acabar decidieron seguir escribiendo juntos. El resultado es un conjunto de ocho cuentos, Cuentos del murciélago goloso, para niños de seis a ocho años contados por un murciélago al que le gustan mucho los mosquitos trompeteros y escuchar muy quietecitos.

Trabajo subvencionado con una de las Ayudas para Iniciativas Culturales de la O.N.C.E. en su convocatoria del año 2008.

Índice de cuentos y autores:

Autora de las ilustraciones del libro: María Sierra Varo

Prólogo del libro por Raquel Míguez:

Yo hubiese preferido nacer oruga. Debe ser emocionante eso de nacer feo y convertirte, de la noche a la mañana, en una belleza alada. También me hubiese gustado ser una tortuga. Siempre me ha parecido genial lo de llevar tu casa a cuestas. Cuando quieres dormir, no tienes más que encogerte de pies y cabeza y entrar.

Pero soy un murciélago. Así que seré siempre pequeño y feo, y, siempre que tenga sueño, tendré que esperar a que se haga de día para poder volar hasta una cueva donde colgarme boca abajo.

A pesar de todo, reconozco que no está nada mal ser un murciélago. Trabajar de noche es interesante. Ves y oyes de todo: lobos aullando a la luna, búhos ululando a las estrellas, gallos despistados cantando a una farola... Pero, de todos los sonidos que he oído a lo largo de mi vida, elegiría el de las historias que cuentan los humanos a sus cachorros antes de dormir.

La primera la escuché por casualidad, con mis finos oídos, una noche que me quedé atrapado en la chimenea de una casa:

Había salido a cazar. Y se me cruzó un mosquito de los gordos, uno de esos que te estallan en la boca como pompas crujientes de caramelo. Cuando huelo uno, me vuelvo loco. De nada me sirve entonces el radar. Me lanzó a por él como un torpedo. De lo loco que me vuelvo, podría estrellarme contra un muro - aunque lo haya detectado veinte aleteos antes - si se me cruza uno de esos dulces bocados. El caso es que aquel mosquito volaba que se las pelaba. Se metió por la chimenea de la casa ¡y allá que le seguí! Pero... le perdí la pista.

Por suerte aquello sucedió durante una noche de verano, así que me libré de acabar mis días convertido en murciélago a la brasa en aquella chimenea. Al principio, intenté salir por donde había entrado, pero no hubo forma. De repente el camino me parecía más estrecho que antes. ¡En todas mis aventuras tengo una facilidad pasmosa para quedarme atrapado como una sardina en lata!

- ¿Habéis oído eso? - escuché la voz de un hombre.

Parecía que me habían descubierto. Me quedé quieto como una piedra, calculando cuánto tiempo faltaría para que se quedasen dormidos. Entonces saldría por la primera ventana abierta.

Pero cuando llegó la hora en la que los humanos duermen, los cachorros de la casa empezaron a gritar como locos:

- ¡Papá, el cuento! ¡El cuento! ¡El cuento!

Me asustó tanto alboroto. Ahora estaba seguro de que me habían descubierto. Me perseguirían con una escoba, como tienen por costumbre (¡con lo fácil que es abrir una ventana y dejarme marchar!). Ya estaba dispuesto a dar la cara, a defenderme a mordiscos si fuera preciso, cuando el padre empezó a hablar - aparte de cazar mosquitos caramelizados, no hay cosa que me guste más en el mundo que la voz ronca y el pelo rizado de algunos humanos.

Y la voz de aquel tipo me gustó tanto como la historia que les contó a sus cachorros.

En cuanto terminó, la casa se quedó en silencio. Esperé un poco, antes de salir de la chimenea y volar hasta mi cueva. Se habían dejado la ventana de la cocina abierta de par en par.

A la noche siguiente, salí a cazar mi desayuno, como siempre. Pero estaba más distraído que de costumbre. No dejaba de recordar lo que había oído desde la chimenea y, ¡vaya!, aunque se me cruzaron un par de mosquitos trompeteros, pasé de largo.

De buenas a primeras me encontré otra vez frente a la casa. Lo primero que hice fue darme la vuelta. Lo normal hubiera sido alejarse de allí a toda pastilla, pues ya os he comentado cómo se las gastan. Pero... pensé que me podía colar otra vez por la chimenea. Y fue lo que hice.

Aquella noche escuché un cuento nuevo.

He vuelto a la casa otras seis veces. Y he ido guardando todos los cuentos en mi memoria. Pero no soy más que un murciélago goloso. Cualquiera de estas noches, persiguiendo uno de esos mosquitos que te estallan en la boca como pompas caramelizadas, me estrellaré contra un muro y perderé la memoria. Y se borrarán todos mis cuentos. Pero antes de que ocurra, he decidido que os los voy a contar.

A partir de ahora, seréis vosotros los encargados de guardarlos, para que no se pierdan nunca.

Firmado y confirmado: El murciélago goloso.

© Autores LIJeros

1 comentario:

Anónimo dijo...

HOLA QUE TAL POR CASUALIDAD O POR QUE LA VIDA ME LLEVO AQUI ME ENCONTRE CON LOS CUENTOS DEL MURCIELAGO GOLOSO.... JAJAJAJA QUE DIVERTIDO TRATARE DE CONSEGUIR EL LIBRO QUE BONITA MANERA DE ESCRIBIR... FELICIDADES

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